Seksuele

Me escondí en las letrinas de tus piernas,
en el momento de la caída del sol sobre tus pezones,
cuando las sabanas se secaban de tanto sudar.
Era animal vulnerable, fruta que caía y rodaba sobre la acera.

Le hablaba a la pared,
no era ya Rótterdam el problema, tampoco yo,
ni los gramos de polvo blanco que rodeaban los huecos de mi nariz.
Ella se preguntaba por los huesos de mi espalda,
se preguntaba por mi espalda, por mí, por la cama, por las sábanas.
Y yo, seguía aprisionado en la blanca ceguera desesperante.

Ella era un monte que me montaba,
pero yo me encontraba estelado, fuera de aquel entorno.
¡Detente!, dije, ¡Detente!.
Quizá, sea la posición, no, eso tampoco es.

Cadena, aprisióname,
súbete a mi espalda, ella no es culpable.